En el Rancho el Chiquerito, de Carboneras.


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EXITOSA EXPEDICIÓN DE EL SOL CON EL “CHINO” BILLETERO

· Dos reglas para recolectar con éxito

La poderosa fuerza motriz para excursión

· Recolectan hasta los estudiantes

· Su sueño: dos museos estatales

Ultima de tres partes

Por Antonio Velázquez Zárate

Sábado 1 de julio de 2023.

Más que puntuales estuvimos a la cita frente al “cuartel” del Chino Billetero, quien de principio a fin no dejó de sorprendernos con sus gustos o caprichos, que para muchos podrán ser incluso excentricidades, como por ejemplo su flota motriz, compuesta por varios vehículos de un verde chillante, uno de ellos, un Jeep Willis 1959, traído de Tucson y convertido en un raro camión, fuerte, alto y bien equipado, como para ir a la “guerra”.

Sí, toda una reliquia, por la que le han ofrecido buenos pesos, pero el “chino” no vende nada. No es su profesión, todo está enfocado a su tarea de coleccionar piezas arqueológicas y caprichos de la naturaleza.

Como nuestro viaje no ameritaba sacar esa tremendo “acorazado”, viajamos en otros dos vehículos, desde luego verdes, una camioneta y un Jeep normal, en el primero se acomodaron los “soldados exploradores” y en el segundo los oficiales, dirigidos por el “general”, jefe de la expedición, el Chino Billetero y el causante de esa nueva expedición: el reportero de EL SOL DE SINALOA.

Primera vez que un periodista se le ocurre tal cosa al lado del chino. Sin temor a equivocarnos, sabíamos que resultaría algo más que una ocurrencia o más que una ocurrencia, podríamos realizar un trabajo periodístico que valiera la pena debido a nuestros objetivos: conocer personalmente como realiza la tarea y porque no, tratar de que esto sea una defensa a favor de quien ha logrado salvaguardar tan preciado tesoro.

Y es que hay esto:

Durante el trayecto, platicando sobre la amenaza del INAH, dijo que su deseo es abrir un par de museos más en forma, uno en Mazatlán y otro en Culiacán. Museo que lo parezcan, que cuenten con más comodidades, con espacios dignos bien iluminados para apreciar todo lo que durante seis décadas a reunido.

Nada más pide una cosa, bueno dos: una, que las propias autoridades del estado las resguarden y la otra que no le resten mérito alguno. En pocas palabras, que digan los museos de quien fue la tarea. ¡Ah!, se nos olvidaba una tercera y última petición: continuar con la actividad que ha sido su vida y de ser posible, apoyo para hacerlo.

¿Algo más? Pues sí, que de ahí salga algo para la Ciudad de los Niños o para el Asilo de Ancianos. En eso piensa el Chino Billetero.

Y mire que, a través de los años, sí que ha gastado dinero. Nada más en este pequeño tour, desembolsó entre gasolina, pilas para las cámaras, refrescos y otras cosas, mil pesos y eso que fuimos aquí muy cerca.

Martín Salas Sánchez, creador de la página de Internet del Chino Billetero, Miguel Villanueva Valenzuela “El Gallo”; Rigoberto Ramírez Chávez “El Mudo”, Ramón García Martínez; Pedro Montoya y Manuel Salas Sánchez, son el equipo de trabajo, la mano de obra pues. Unos más que otros, avezados en la tarea de encontrar pequeñísimas piezas arqueológicas. Por lo que pudimos notar, grandes camaradas. Lo decimos debido a las bromas que entre ellos se gastan, sin que nadie se inmute u ofenda. Por cierto, en esto de los albures y majaderías, es nada menos que el “general” Chino Billetero, quien se lleva las palmas.

A Chiqueritos no puede entrar cualquiera, desde la carretera a Sanalona y sobre un terreno de 110 hectáreas, a lo largo y ancho, son tierras que tienen dueño, es propiedad privada, donde se siembra exclusivamente alimento para ganado, para el ganado del propietario que responde al nombre de Arsenio Ruiz Zepúlveda. El y el Chino Billetero se conocen hace muchos años de tal manera que nuestro personaje, no necesita pasaporte, ni pedirle permiso a nadie. Siempre es bienvenido, de acuerdo con las propias palabras de don Arsenio, quien por cierto nos proporcionó testimonios muy valiosos para este reportaje. Más adelante le diremos de que se trata.

“La tarea, nos dijo el “chino”, no será tan difícil, pero tampoco fácil”, Y lo explicó: “fácil porque es una tierra en la que no falla encontrar siempre algo, además el clima es bueno; pero difícil porque no habrá tal vez mucho porque ya pasó la temporada de lluvias, además, Arsenio no ha rastreado la tierra. Es que, cuando más rasquen, más salen a flor de tierra”, dijo al terminar su introducción”.

Pasamos una cerca y nos fuimos monte arriba, ahí al diseminarse el grupo por el basto terreno, la lección había empezado. Sí, el primer paso cuando se explora en grupo para este tipo de tarea es diseminarse o cuando mucho hacerlo en parejas con la finalidad de abarcar más terreno.

Déjenos decirle que ahí en Chiqueritos, los vestigios no pueden pasar inadvertidos. Resulta que los hay diseminados por todas partes, fragmentos de piezas de barro de todos tamaños. Mucha “pedacería” que ya no sirve ni para presumirla como producto de arqueología, porque ciertamente puede tratarse de pedazos de barro cualquiera, aun cuando en este caso no es así. Las máquinas al remover han hecho pedazos muy pequeños de pedazos más grandes

Presurosos por encontrar algo, caminamos loma arriba, pero nada. Absolutamente nada, no por lo menos para nuestros ojos; sin embargo, pasos atrás se escuchó el primer grito de júbilo. Tan pueden gritar ¡acá!, como una voz que no dice palabra alguna, pero es sinónimo de ¡ya encontré algo! Precisamente por donde acabábamos de pasar el Chino Billetero, hizo el primer hallazgo: un pedazo de hacha.

Segunda lección pues: caminar lento y fijar la vista sólo un metro o a lo sumo dos delante de nuestros pasos. Ligeramente encorvados, y de plano en ocasiones, hasta agachados ante cualquier sospecha de objeto que parezca cualquier vestigio. Son las principales reglas. Es más, las únicas.

¿Herramientas? Bueno si así se le pueden llamar a machetes, pequeñas navajas y una barra con punta de flecha que al Chino Billetero le sirve de báculo y para desenterrar lo que a flor de tierra ve, pues sí, esas son sus únicas herramientas. ¡Ah!, también baldes o mochilas, como en nuestro caso, para echar la carga. “Toma, me dijo, lo necesitarás” al poner en nuestras manos un pelo grueso para apoyarnos en nuestro andar.

¿Algo más? Bueno, también mucha paciencia y desde luego, buena vista y condición física especial para caminar y caminar y caminar. Nosotros lo hicimos por espacio de poco más de 2 horas, pero una jornada normal de este grupo es de 6 horas por expedición, en poblaciones como Tacuichamona, Las Aguamitas, Bacurimi, San Pedro, Quilá, Las Bebelamas, La Laguna Colorada, Tabala, Chametla y muchos otros pueblos sobre todo del centro y sur del estado.

Bien, continuando con nuestro trabajo, en esta ocasión doble, porque no teníamos la menor intención de ser meros mirones para el trabajo periodístico, sino parte del grupo recolector, así es que le entramos a la pisca con más entusiasmo que “suerte”, así entre comillas porque sin la experiencia nos fue difícil.

Las voces de entusiasmo pronto se multiplicaron y aun cuando no encontramos -todo el grupo- nada completo, el entusiasmo fue el mismo. Hachas, bueno pedazos de hacha, pipas incompletas, un pequeño pie, un sello para piezas de barro (el más completo de la recolección), piezas para hilar y muchas más, como consta en la foto, fue el producto de nuestro trabajo. Del trabajo de todos.

Lugar cercano a un arroyo, parece lógico un viejo asentamiento. De eso no cabe duda, menos aun después de que el dueño del rancho nos pusiera al tanto de tres hechos que así lo confirman. Todo lo sucedido le pesa, en uno por desconocimiento de causa y en los otros, por confiar en la gente.

Narró que cuando adquirió el terreno por donde caminamos había varios especie de hoyos con construcción de barro, similares a los viejos hornos para elaborar el pan de mujer. El los llamó chiqueritos, pero al principio ni por aquí le pasó, que se trataba, según los expertos, efectivamente de antigüos hornos para fabricar piezas de barro.

El los destruyó con las máquinas para limpiar el terreno. No supo nunca, sino hasta después lo valioso que hubiese sido conservarlos. El caso es que el sitio es famoso, porque en él que se han encontrado a flor de tierra piezas de incalculable valor, algunas de ellas, infortunadamente le fueron robadas descaradamente por gente a la que le tendió la mano.

Especialmente un que trabajando la tierra la encontró en plena labor en una de las parcelas que nosotros exploramos. Dijo se trataba de una piedra en la que estaba labrada la cara de un indígena con unas plumas en la cabeza. “Mil y una veces me pidieron que se las vendiera, pero la quería para tenerla aquí, hasta que una noche desapareció. Un empleado desleal se la llevó y jamás lo he vuelto a ver”, comentó don Arsenio.

Don Arsenio, puesto en conocimiento del dilema por el que pasa el “chino” Billetero, primero se limitó a sonreír nada más, pero luego se paró en pleno monte y nos dijo: “a este lugar me visitan grupos de varias escuelas, yo les permito a los niños explorar y muchos se llevan, lo mismo que ustedes encontraron. No le veo el delito”, comentó y volvió a sonreír.

Como dice el dicho: “al buen entendedor, pocas palabras”. Podemos inferir pues que el INAH tendrá que perseguir a todo aquel que realice lo que nosotros y los estudiantes hicimos: juntar piezas a antigüas aun sin recurrir a la menor excavación. ¡Ah, pero sin permiso! Mientras tanto nadie nos quitará el recondenado gusto de esta aventura. Ni más ni menos que recreación y ¡pagada!

Bueno, pues prueba de esto que para nosotros fue una aventura, lo tenemos en nuestro poder y como el “chino” Billetero, lo queremos para nosotros, para mostrarlo, para presumirlo y para recordar que alguien tiene que hacer esta tarea, porque de otro modo el tiempo lo continuará destruyendo.

Las autoridades tienen la palabra.

NOTA FINAL: actualmente, a la muerte de este personaje, desconocemos el destino de su trabajo y esfuerzo. En una ocasión estuvo muy cerca de “montar” una exposición en el Centro de Ciencias de Sinaloa. Todo quedó en una buena intención. Trataremos de investigar al respecto. Sabemos que el museo de el Chino Billetero, es vigilado, especialmente por las noches por la policía municipal, pero en cuanto darle un destino adecuado a su colección, nada, absolutamente nada. Ahí permanecen en cautiverio.


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