UNA GENERACIÓN QUE NO HABLA
“El futuro de la tecnología amenaza destruir todo lo que es humano en el hombre, pero la tecnología no alcanza a la locura, y en ella es donde lo humano del hombre se refugia”
Por: José Antonio Servín.
21 de Enero del 2023.
Es frustrante para los padres de familia enfrentar el silencio, los escasos monosílabos que los niños y adolescentes pronuncian.
Pareciera que algo se les desconectó en la cabeza a los 5 años, y los dejó mudos. Su hijo se ha vuelto un desconocido para ellos; las cosas que le gustaban ahora ya no, el amigo entrañable, hasta de Facebook está bloqueado, se encierra en su cuarto, las comidas transcurren en silencio por su parte si le obligan a dejar el celular, y ninguna oferta para hacer cosas nuevas le parece.
Ya no sale con sus primos, no visita a la familia, y su nueva indumentaria parece una pijama o la facha de un vagabundo.
¿Es todo esto parte de los cambios naturales de la adolescencia? Solo en parte. Las actuales generaciones nacieron marcadas por una tecnología que lo cambió todo.
El lenguaje se ha empobrecido para dar paso a una comunicación digital, fría e impersonal. Que cancela y cambia la expresión de las emociones y la reduce al uso de emojis y stickers en WhatsApp e Instagram.
Los hermanos no conversan, escriben por chat de cuarto a cuarto y se niegan a salir juntos o a mezclar sus grupos de amigos.
Una autentica ironía: son la generación con la mayor tecnología de comunicación y son la generación más solitaria.
La pobreza del lenguaje, asociada al excesivo tiempo dedicado a redes sociales y al omitir la lectura de libros, impacta no solo la comunicación; ha disminuido el nivel de inteligencia promedio de la población joven.
Una razón por la que los chicos no hablan por teléfono es porque no saben qué decir. No saben responder preguntas que implican análisis.
Carecen de sinónimos por que no leen nada. No escuchan noticias, ni manejan temas de conversación con adultos pues no tienen idea de lo que ocurre en el mundo real.
Sus tópicos de conversación son personajes ficticios de videojuegos y cómics depresivos japoneses. Sus únicos “amigos” viven en la Patagonia o en Turquía y solo los ven en Free Fire.
Urge detener este mal uso de recursos tecnológicos y reconstruir la comunicación. ¿Es ya una generación zombie?
Te deseo un excelente fin de Semana.